Acoso escolar0

954 12/06/2005, 23:03       #Salut laboral, #LOGSE,

Desde que entré en edad escolar, no he salido del aula. Y, por fortuna, me quedan muchos años por delante en el mismo escenario. Y, por mucho que parece obligado ir perdiendo con el paso del tiempo la capacidad de sorpresa, no puedo evitar sentir indignación y asombro ante lo mucho que se está diciendo últimamente acerca del acoso escolar.

La perogrullada número uno es que no es un fenómeno nuevo. La obviedad número dos es que en la adolescencia la crueldad hacia el considerado más débil se disimula menos. La simpleza número tres es que, desde el momento mismo en que el profesor ha perdido casi toda su autoridad en el aula, difícilmente puede contar con medios para cortar eficazmente situaciones de acoso escolar que a veces, como se está viendo, derivan en tragedia.Resulta que las cosas no eran así, como se las prometían los compadres y las comadres de la Logse. Resulta que el aula no es un ámbito roussoniano en el que la bondad y la inocencia son sus únicos moradores. Resulta que hay comportamientos que deben ser cortados de raíz. Resulta que el profesorado tiene las manos atadas, incluso para expulsar al pasillo que está reventando la clase. Siendo esto así, pregúntense ustedes qué fuerza puede tener el colectivo docente para atajar comportamientos y situaciones que suceden fuera del aula. Por ejemplo, patio, calle, autobús, etc.

Las cosas no se solucionarían sólo con el restablecimiento de la autoridad por parte del profesor. Pero, sin duda alguna, coadyuvaría mucho a ello. Y, en el actual estado de cosas, hay personalidades del mundo judicial que hablan de la responsabilidad del profesorado en algunos episodios recientes y trágicos. También las asociaciones de madres y de padres se han pronunciado al respecto. Miren, insisto en que estamos ante algo tan viejo como la Escuela misma y que no tiene ninguna solución mágica. Dicho esto, va siendo hora ya de que en esta sociedad se recapacite. Cuando se habla de derechos, hay que pensar primero en los colectivos. Y la mejor manera de preservarlos es extirpando actitudes que vayan contra la convivencia y contra la dignidad. Pero, claro, a veces puede suceder que quien más respaldado se siente es el que lesiona derechos de otros, el que revienta el desarrollo de las clases, el que extorsiona a otros compañeros.

El bucolismo ideal se convierte indefectiblemente en ley de la selva. Y esto es lo que acontece en un sistema de enseñanza que parte del supuesto que se vive en el mejor de los mundos posibles y de que el concepto de disciplina es algo retrógrado y antidemocrático. Así, las burlas y las crueldades tienen el campo más expedito que nunca.

Bien sabemos que lo que más ocupa y preocupa a los partidos, en tanto maquinarias electorales, son los votos. Pero ya va siendo hora de que se reflexione en serio sobre algo que ya está llegando demasiado lejos. No sólo se regalan aprobados por una serie de razones que no es el momento de exponer; es que además tienen vía libre todos aquellos que decidan acosar a sus compañeros y que opten por interrumpir el desarrollo de las clases. Claro, mientras esto recaiga sólo sobre el profesorado, la cosa no preocupa demasiado socialmente. Pero cuando la ley de la selva se extiende al propio colectivo que se pretende amparar, es decir, al alumnado, parece que hay alarmas que se encienden.

Un viejo problema que se viene acrecentando por un sistema de enseñanza manifiestamente mejorable y también por una demagogia social cada vez más extendida que considera que la Escuela es el ámbito donde todo debe ser resuelto. Para eso está el profesorado que no cuenta con respaldo alguno. Entonces, cuando se dan casos trágicos, sobreviene preguntarse por qué los profesores no evitan tales situaciones de acoso. Vayan ustedes un paso más allá. Interróguense cómo pueden salir al paso de esto, si no cuentan con legislación que permita medidas inequívocas contra aquellas gentes que martirizan a compañeros en los que ven toda la debilidad del mundo.

Por lo demás, no sería desaconsejable un mínimo de instrucción literaria. Vendría bien incurrir en Madame Bovary y detenerse en las páginas en que Flaubert da cuenta de la infancia en el colegio de aquel personaje que terminaría por ser el médico a quien Emma llegaría a despreciar tanto y tanto. ¿Hace falta una inteligencia suma para percatarse de que el roussonianismo "realmente existente" puede dar pie a la barbarie y a la ley de la selva? ¿Se necesitan más ejemplos?


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