Peregrinos del conocimiento0
747 17/11/2005, 12:00 La-Nueva-España.-Luis-Arias/Asturias #LOGSE, #LOCE,
Un clero que alienta. Un PP que va en primera línea de la protesta. Zapatero es el implacable perseguidor de las libertades por el hecho de que la nota de Religión no compute en el expediente académico. ¡Qué medida tan terrorífica, Dios mío! El cielo estaría más cerca si la Religión fuera materia evaluable. Y, por lo demás, una enorme inquietud por la libertad de enseñanza y por su «calidad». ¡No me digan! Mientras, la Ministra se manifiesta abanderada de lo que ella llama «el éxito escolar». Vamos pero que muy requetebién.
Libertad de enseñanza que consiste, dicen, en «el derecho de los padres a elegir la "educación" (sic) de sus hijos». Claro que, por lo que se ve, los padres que habitan en el mundo rural y que no tienen centros concertados en su entorno no son merecedores de tales prebendas. ¡Y uno que creía que si Dios estaba en los pucheros también merodeaba por las aldeas! Se ve que no.
En todo caso, ni por parte de nuestra ministra, ni por parte de los abanderados de la libertad de enseñanza, se va al fondo de las cosas. Los informes acerca de la enseñanza en nuestro país son, como mínimo, inquietantes. El PSOE en los tiempos del felipismo creó la LOGSE, madre de los principales males del llamado «sistema educativo». El PP gobernó 8 años, y hasta el final no tocó la mencionada LOGSE, y lo que aprobó, la LOCE, que apenas llegó a entrar en vigor, tan sólo parcheaba, con cosas sensatas, y con cosas mucho menos admisibles como que la Religión fuese materia evaluable.
Vayamos a lo más insobornable, a los datos. Hagan un rastreo por unos cuantos centros de enseñanza y analicen las notas de Religión. Los alumnos que cosechan un considerable número de suspensos tienen casi siempre una nota alta en Religión. Extrapólese esto al expediente con que se llega a la PAU que hace media con la nota de esta prueba, de cuyo cómputo se deriva que se entre en una carrera en la que se pide una nota más alta que el mero aprobado. Defender algo así es un atropello. Ello por no hablar de que la fe no es evaluable, no es ámbito de conocimiento, sino de creencia.
Sitúense en el momento en que se arbitró la ley que abría el paso a la enseñanza concertada. Compárense las cifras del alumnado de entonces y de ahora. Si las circunstancias cambian, si hay mucho menos alumnado, cuesta entender que el dinero público tenga que seguir destinándose a unos centros concertados en detrimento de las necesidades de los públicos. Piénsese, por lo demás, si atender antes a la enseñanza pública es atentar contra las libertades. Un poco de seriedad, por favor. Por último -no se enfaden- pregúntense si en aquellos tiempos en que la Iglesia disponía del nihil obstat para los libros de texto se desgañitaba en pro de la libertad de enseñanza. Y no hablamos de hace cientos de años, vive el cielo que no.
Desde la LOGSE a esta parte se abandonó lo que algunos petulantes llaman «la cultura del esfuerzo». Se cambió la misión de los centros docentes. De ser ámbitos de enseñanza, pasan a ser guarderías, donde el aprendizaje es lo que menos cuenta, sino una serie de conceptos, demagógicos a más no poder en su mayor parte.
Si el grado de preparación es deficiente, y así lo avalan los datos, debería ser preocupación común la búsqueda de un nuevo sistema educativo que corrigiese el actual estado de cosas. Si la LOGSE fracasó, sus remiendos de poco servirán. ¿Está dispuesta la señora San Segundo a admitir el fracaso de la LOGSE y a legislar una nueva ley que corrija sus desmanes? Todo parece indicar que no. ¿Están prestas las huestes peperas y curiles a apostar por una enseñanza de calidad y por la consecución de una ley que arbitre que el alumnado de Secundaria alcance un grado de aprendizaje mucho mayor, al margen de que se evalúe o no la asignatura de Religión? No es previsible.
Y luego queda lo que corresponde legislar en materia de enseñanza a las comunidades autónomas. El problema, señores, no es ya que un alumno de Asturias sepa los ríos de esta tierra y desconozca los que transcurren por el resto de la nación de naciones. Mucho más profundo -y grave- es que las «culturas» de cada autonomía no sólo están imbricadas en el transcurrir de una nación llamada España, es que esta España tan desconocida es, a su vez, heredera de los grandes logros de eso que podemos llamar nuestra civilización, es decir, de Grecia y de Roma, cuyo fondo está «incorporado» en cada «cultura» de las respectivas CC AA. Ahora bien, si se trata de un sistema de enseñanza que parte de lo más básico, es un disparate que se desconozca la cultura clásica y que se dediquen horas y horas a batallitas más o menos inventadas del equipo de cada Consejería de turno. La LOGSE, y así lo vienen denunciando personalidades como el señor Adrados, se cargó los estudios clásicos más elementales. Y es de temer que cada autonomía considere su «cultura propia» como algo con tanta envergadura como la Grecia Clásica. Y así de mal nos puede ir.
Peregrinos en Madrid que claman libertades y notas de Religión. Ministras que viajan a El Vaticano. Ministras que abogan por el éxito escolar. Negocien y trabajen por el futuro. Un futuro que consiste en corregir los desmanes que padecemos. Que consiste en la adquisición de mayores conocimientos por parte de los actuales estudiantes de Primaria y de Secundaria.
Peregrinos en Madrid que sintonizan con monseñor Rouco, entre cuyos dirigentes se encontraban gentes del rigor intelectual de doña Esperanza Aguirre, cuya lesa ignorancia quedó patente en su etapa de ministra. Gentes como doña Ana Botella, que amadrinó plagios sin saberlo como presentadora de libros. Mala pinta tiene eso. Peregrina a Roma nuestra vicepresidenta para amainar aguas revueltas, que no está por la labor de apostar por una enseñanza con rigor donde el conocimiento no esté proscrito. Peregrinajes que buscan en Roma y en Madrid desvirtuar los problemas. Por lo demás, resulta que la demagogia social quiere descargar sobre la escuela responsabilidades que son de todos, y, al mismo tiempo, esbozar que los padres elijan la «educación de sus hijos». Padres agotados que cabecean en el sofá. Niños que se aburren y que se entretienen con juguetes cibernéticos. En casa, toca descansar. La escuela ya «educó en valores» en su jornada docente. Para aprender, basta el «Google», magnífica herramienta, por lo demás.
Mientras, logseros, pedagogos milagreros y huestes de Rouco son los protectores de la calidad de enseñanza y abanderados de las libertades. ¿No habíamos quedado en que el conocimiento nos hace libres? ¿O eso ya no reza para nadie?
¡Ay!
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