McCourt culpa a los políticos del fracaso de la enseñanza0

331 21/05/2006, 19:47   

No son las clases masificadas ni los bajos sueldos de los profesores y tampoco los cambios de una sociedad que dirige a los jóvenes a la búsqueda del éxito y el dinero. Los responsables de la mala formación de las nuevas generaciones son los políticos. Frank McCourt, que rompió las listas de éxitos con La cenizas de Ángela --20 millones de ejemplares vendidos y un premio Pulitzer--, sabe de qué habla. Ha volcado su experiencia de más de 30 años como docente de enseñanza media en El profesor, su tercera novela, editada en castellano por Maeva y en catalán por Bromera. "Si dirigiera el sistema educativo, mataría a todos los políticos; no, los mandaría a Sing Sing", dice McCourt, a medio camino entre el humor y la indignación.

A los 66 años, este neoyorquino de origen irlandés exhibe rebeldía a flor de piel y denuncia que la de enseñante es "la única profesión que no está dirigida por quienes la ejercen". McCourt ha pasado unos días en Madrid para explicar, incluso a colegas de un prestigioso instituto, que El profesor es la historia de una pasión, la enseñanza, con la que conjuró los complejos derivados de una dura infancia y a través de la cual intentó inculcar valores de libertad a sus alumnos.

MIEDO EN LAS AULAS

El relato comienza cuando McCourt, a sus 27 años, inicia su actividad académica en Nueva York. El principal reto es obtener el respeto de los alumnos, todo lo contrario que el sistema educativo imperante "basado en el miedo". El escritor afirma que rechazó y combatió un método basado en la imposición y en la mentira. Para McCourt, la religión católica ha tenido mucho que ver en el fracaso escolar de generaciones enteras. "En Irlanda se utilizaban las varas para obligarnos a aprender", dice, y clama contra el sentimiento de culpa que inculcaron curas y monjas. "Esos conocimientos de usar y tirar matan la emoción de enseñar", añade.

Ajeno a las directrices académicas y dejándose llevar por la intuición y las vivencias, el autor de Lo es trató de meterse en el terreno de los chicos, sin imponerles nada. "A los adolescentes todo el mundo les miente: el Gobierno, la Iglesia, los padres, la publicidad...Y están deseosos de oír la verdad", afirma.

Con muy buen humor y gran humanidad, el relato está impregnado de numerosas anécdotas, algunas crueles. Quien con los años recibiría el apodo de El irlandés no estaba dispuesto a trabajar bajo el signo de la simulación y marcó territorio. En su primer día de clase, dos alumnos lanzaron el bocadillo por encima de la cabeza del profesor McCourt que, en una de estas, lo cogió del suelo, le quitó el papel, lo olió y se lo comió para asombro de la clase.

Durante los años en que impartió clases de narrativa creativa --"de esa manera aprendí a escribir"--, arte --"nunca supe dibujar"--, inglés y ese cajón de sastre llamado ciencias sociales, McCourt descubrió que las chicas le sacan a sus compañeros masculinos dos años de madurez, ya que "atienden y entienden mejor". Él aprendió que "si uno no ama lo que hace, está acabado".


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