PANFLETO POCOPEDAGÓGICO0

982 16/06/2006, 11:46   

El autor del Panfleto antipedagógico me sabrá perdonar el atrevimiento que he tenido al titular como he titulado a mi par de dibujitos; pero seguramente intuirá al verlos que pretenden convertirse, por el título y por el contenido, en otro paso más del camino iniciado por él hace apenas un mesecillo en el ya cada vez más corto periplo que ha de andar el profesorado hasta lograr la plena recuperación de su dignidad perdida. Así, pasito a pasito, y sólo así, el profesorado –y solamente él- podrá dar la vuelta a una tortilla que nos tiene a todos ya quemados mientras los restantes estamentos educativos –algunos con buena intención- van consiguiendo poco a poco que el problema esté cada vez más crudo.

Cedo, pues, gustosísimo, el derecho de autor de mi particular panfleto, como cedí desde el primer día mi página web a los amantes de la Sintaxis. Y animo incluso a su difusión si su uso ha de perseguir únicamente la consecución de una pronta solución a la desgracia que nos cayó colectivamente hace unos años, no sólo a los profesores (que, al fin y al cabo, cobramos por abundarla o mermarla), sino básicamente a los pobres jóvenes que han ido pasando por nuestras aulas estos años y de cuya pobreza educativa y cultural actuales hemos sido obligados artífices; y por no mencionar a sus padres, que han visto cómo no les cortábamos las alas a los pollos que se les tiraban del nido.

Mi panfleto presenta una claridad meridiana en su contenido, según creo, pero tal vez su secretito (el gatillo que hay a la puerta del aula a un par de metros del ratón del ordenador) pueda ser malentendido o, aún peor, malinterpretado, por lo que es lo único que explicaré: viene a decir que el alumno actual que llega a un Centro educativo no sabe ya ni a qué va allí cada día, de modo semejante a lo ocurrido con aquel gatillo al que, llegada su edad conveniente, el padre pretendió iniciar en eso que los gatos denominan el conocimiento de gatitas. Una noche encelada, pues, lo llevó con él de ronda por las calles hasta que se toparon con un perraco, el cual les comenzó a dar un sinfín de vueltas alrededor de una fuente. Cuando el gatillo estaba ya harto de dar tanta vuelta, se lo dijo bien claro al padre:

- Mira, papi. Cuando quieras nos podemos ir a la casa, que yo ya estoy harto de eso.

Juan Pedro Rodríguez
www.sintaxisjuampedrina.com


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