El Sr. Cardús contra los sindicatos de docentes0
1271 20/02/2008, 09:36 La Vanguardia. Xavier Jové. Delegat d'ASPEPC·SPS. #Opinió,
El pasado 23 de enero el Sr. Salvador Cardús publicó en La Vanguardia un artículo de opinión sorprendente. En él, y ya desde su título ("Sindicatos contra maestros"), se proponía básicamente reventar la huelga de docentes del 14-F, deslegitimar la representatividad de sus sindicatos, y además acusar al mundo educativo catalán de oxidado, corporativista, rancio y poco flexible.
Sin duda se trató de un artículo precipitado, de esos que no se dejan reposar lo suficiente antes de ser redactados, y que acaso por ello no acierte a reflejar las indudables luces de su autor. No se lo tengamos en cuenta. Algo parecido le sucede al fin y al cabo a la nueva ley educativa catalana, de la cual el Sr. Cardús se convertía en firme paladín: lo mejor que se puede decir de ella es que es precipitada e irreflexiva.
Lo cierto es que el escrito del Sr. Cardús estaba tan plagado de desatinos que no sabe uno por dónde empezar a enmendarlo. Es inquietante que alguien que pasa por ser un experto en temas de educación demuestre de forma tan lamentable que en realidad no conoce nada bien el asunto del que habla.
Todo su artículo es un puro, íntegro y orondo prejuicio, y ello precisamente porque cree estar combatiendo, desde las alturas de su razón clarividente, prejuicios ajenos. Un clásico caso de ofuscamiento. Su visión de los sindicatos de profesores es un mero estereotipo, un simple cromo descolorido. No los conoce ni sabe diferenciar entre sus –habitualmente muy distintos– discursos. Y en cuanto a los profesionales de la enseñanza convocados a la huelga, los incluye a todos indiscriminadamente bajo el apelativo de "maestros", sin distinguir si trabajan en preescolar o en formación profesional, en primaria o en bachillerato.
El desconocimiento real de la complejidad del mundo de la educación es comprensible en el Sr. Ernest Maragall, que no es más que un profesional de la política metido en una cartera que le supera; pero no es tolerable en alguien que, como el Sr. Cardús, pontifica en los medios y escribe libros sobre el tema.
El concepto que con más fervor intenta satanizar el Sr. Cardús es el de ideología. Suponía nuestro autor que se trataba de una huelga meramente ideológica, es decir, retórica y dogmática. Veamos. De entrada era una huelga de los profesionales de la enseñanza, o sea, una huelga profesional. Precisamente los distintos sindicatos aparcaron sus disímiles ideologías educativas o políticas para formar un frente común ante una ley de graves consecuencias profesionales para los enseñantes.
¿Qué "rancia testarudez ideológica" imagina el Sr. Cardús que comparten los sindicatos llamados de clase y los que se autodefinen como profesionales, los sindicatos básicamente de primaria y los exclusivamente de secundaria, los pactistas y los maximalistas, los filoácratas y los criptoconservadores? No nos lo explica.
Pero lo que sí es cierto es que, más allá del sentido espurio y caricaturesco que tiene el término ideología para nuestro articulista, una idea común unió en esa ocasión a los representantes de la profesión docente: la de defender una concepción de la enseñanza como un bien público irrenunciable, como una responsabilidad colectiva no expuesta a las leyes del mercado, como una aspiración social que facilite la igualdad de oportunidades, como un puntal del Estado de derecho que todos percibamos como propio, como una entidad de interés general muy por encima de las concretas disputas políticas, religiosas o de campanario.
Esto no es retórica ideológica, Sr. Cardús: esto son valores que comparten la mayoría de los que están es ese oficio. Usted debería saberlo. Sin el sostén de estos valores esenciales, la hoy tan difícil profesión docente sería sencillamente insoportable. Son valores que los que trabajamos en la enseñanza pública intentamos mantener vigentes, en contra por supuesto de la tecnocracia ramplona que nos intenta vender nuestro Departament (y sus presuntos intelectuales orgánico-mediáticos) y en contra de una suerte de neoliberalismo pedagógico que, al menos, con la nueva ley por fin se quita la careta.
La educación es un servicio público fundamental precisamente porque es algo más que un mero servicio. Aquí no trabajamos buscando el resultado inmediato, el objetivo empresarial. Aquí intentamos transmitir muchas cosas: las que pide acuciantemente el mercado y las que no pide en absoluto.
El mismo lobby tecno-pedagocrático que lleva lustros dificultando nuestra profesión hasta la náusea, quiere ahora imponernos un modelo de gestión descaradamente privatizador. Desfiguraron la enseñanza pública catalana; crearon el desconcierto y la desazón generalizada imponiendo sus decretos y sus métodos innovadores; han conseguido quemar a varias generaciones de docentes y bajar gravemente el nivel de conocimientos de nuestros discentes. Y ahora que el daño está hecho, subastemos lo que queda del sistema educativo, atomicemos absurdamente su configuración (la famosa y peligrosísima autonomia de centre) y en definitiva quitémonos de encima un problema, el de la enseñanza pública, que no aporta demasiados votos a nuestros políticos.
Para poder detallarle al Sr. Cardús todos los motivos, no sólo ideológicos, sino también profesionales, conceptuales y técnicos, por los cuales los profesores fuimos a la huelga el 14-F, necesitaría escribir un largo memorial o todo un ensayo. Quizá algún día lo haga, aunque para ello primero tendré que solicitar una beca a la Fundació Jaume Bofill, y no estoy seguro de poder obtenerla. De momento habrá que desmentir las dotes de oráculo social del Sr. Cardús, que pronosticaba un "gran fracaso" para esa movilización.
Sencillamente se ha demostrado una vez más que los problemas de la educación catalana son justamente los que han ido creando sus falsos y mal informados expertos, y que el fracaso individual (no olvidamos tampoco la intervención en ese sentido del Sr. Cardús en un debate televisivo hace unos meses) de un grupo de gerifaltes de la pseudopedagogía y de burócratas político-educativos es, por encima de cualquier otro, el factor clave que lleva años conduciéndonos a un patético y permanente fracaso colectivo en materia educativa.
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