El maestro de la bofetada0
1120 29/06/2008, 11:24 El Mundo. RUBEN AMON/París
«La bofetada de Berlaimont» concede un título novelesco al proceso simbólico que acaba de abrirse en un juzgado de Avesnes-sur-Helpe (norte de Francia). Simbólico porque no sólo está en juego la eventual condena a un profesor que propinó un cate a un alumno irreverente. También se discute, de fondo, si debe ponerse freno al poder y a la inmunidad que han adquirido los escolares franceses.
Uno de ellos es particularmente famoso en los telediarios porque llamó «gilipollas» a José Laboureur, nombre y apellido del maestro que a su vez remedió la desfachatez del insulto con una bofetada ejemplar. Ignorando o subestimando que el padre de la criatura era un gendarme y que iba a presentarse en el colegio vestido de uniforme, incluso armado.
La desmesura del tortazo costó a Laboureur una noche en el calabozo y le ha conducido ahora en presencia de los tribunales. De hecho, el profesor de Berlaimont, acusado formalmente de un delito «violencia agravada» se expone a una multa de 75.000 euros y se arriesga a cinco años de cárcel.
No parece probable que la condena vaya a elevarse tan alto. Entre otras razones porque José Laboureur ha presentado en el juicio las firmas solidarias de 40.000 colegas de profesión, o porque juega implícitamente a su favor el respaldo subsidiario que le ha concedido el Gobierno.
Tanto el primer ministro, François Fillon, como el titular de Educación, Xavier Darcos, consideran intolerable el propósito de insultar a un profesor y denuncian que los maestros de Francia son víctimas recurrentes de intimidaciones, violencias y vejaciones de origen escolar.
Los «hechos» en tela de juicio se remontan al pasado 28 de enero. José Laboureur, de 49 años, pidió al alumno, de 11 años, colocar una mesa de estudio al fondo del aula. No prestó atención el muchacho al requerimiento ni tampoco se dio por aludido cuando el maestro repitió varias veces la orden en voz alta. Decidió entonces alzarlo del asiento y conducirlo contra la pared. Razones ambas que el escolar considero suficientes para desafiarlo con un insulto: «connard», le gritó en presencia de la clase.
José Laboureur reaccionó con la bofetada. Y no se enorgullece de haberla dado, pero sí considera que el recurso de un sopapo a tiempo forma parte del repertorio disciplinario y legítimo de un profesor. El punto de vista justifica el propio cambio de estrategia. Laboureur se había declarado inicialmente culpable y asumía una condena más o menos negociada, pero entendió después que la oportunidad de reivindicarse inocente permitía extrapolar su caso a una suerte de conflicto nacional.
«Me he dedicado durante 30 años a la enseñanza. He sido un profesor abnegado y responsable. No estoy contento de pegar a un alumno, pero tampoco estoy dispuesto a aceptar los poderes que se les han conferido a los escolares», se defendía Laboureur.
El colegio no emprendió sanción alguna contra el maestro. Tampoco se han producido expedientes administrativos de ámbito regional, aunque el parqué de Avesnes-sur-Helpe deslizó en febrero que el profesor en cuestión había confesado un problema de alcoholismo arraigado desde hace, al menos, cuatro años.
Muchos vecinos de Berlaimont se revelan contra el linchamiento mediático del maestro. Otros, por añadidura, consideran que el problema del sopapo nunca habría trascendido al primer plano si no fuera porque el niño agredido pertenecía a la estirpe de un gendarme de malas pulgas.
Son los detalles vecinales de la historia, aunque también hay pormenores de envergadura nacional. Entre otras razones porque el presidente, Nicolas Sarkozy, abomina de la herencia sesentayochista, lamenta que haya desaparecido el principio de autoridad -en las casas, en las clases- y reclama que los niños franceses se pongan de pie cuando el profesor entre en clase.
De ahí que el tribunal de Avesnes-sur-Helpe tenga que pronunciarse en un debate complejo e intrincado del que están pendientes muchos profesores en Francia: ¿pegar a un niño que insulta entra dentro de las competencias disciplinarias o merece considerarse como una transgresión al Código Penal?
A favor de la segunda posibilidad se pronuncia la Fiscalía. Ha solicitado una multa de 800 euros contra Laboureur y le ha reprochado que el gesto de la bofetada aloja la pretensión específica de humillar al alumno.
Nada que ver con el punto de vista de los profesores franceses. Los sindicatos que los representan convierten al maestro de Berlaimont en el símbolo de la precariedad de las aulas.
Denuncian el aumento de las agresiones, critican la complicidad de padres y alumnos, y piden a la justicia un gesto de indulgencia hacia Laboureur. En caso contrario, temen que el recurso del «connard» va a generalizarse en las escuelas.
LO DICHO Y HECHO
«No estoy dispuesto a aceptar los poderes que se les han conferido a los escolares»
1949: Nace José Laboureur. 1979: Logra su primer trabajo como profesor. 1983: Ingresa como maestro en la escuela Gilles-de-Chin de Berlaimont, donde hasta ahora impartía lecciones de tecnología. 1990: Se le relaciona con un caso de atentado al pudor. Adoptó comportamientos irreverentes con una chica de 18 años, aunque ella no se presentó como parte civil. 2008: Abofetea a un alumno. La sentencia se conocerá en agosto.
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