Silencio sindical0

708 07/10/2009, 08:48       #Violència escolar, #Salut laboral,

Se suele denunciar la influencia oportunista de los partidos políticos en los medios de comunicación, pero nada se dice del ascendente que, como agentes subvencionados por el Estado, poseen algunos sindicatos.

Sirva de ejemplo el tratamiento que se viene dando a los casos de violencia escolar. A pesar de que, sólo en Madrid, uno de cada diez profesores sufre agresiones físicas, la repercusión no ha trascendido más allá de la frontera de las secciones provinciales de los periódicos. ¿Por qué lo que hace tres años se presentaba como un gravísimo problema nacional -recuérdese al docente atacado y grabado con un móvil en Alicante; recuérdese a la niña de Ponferrada cuyas compañeras de clase le fracturaron una pierna; recuérdese la sentencia de un juez de Almería que reconocía la agresión a un profesor como delito de atentado contra un funcionario-, actualmente no es más que una anécdota que sólo parece incumbir a los interesados? La respuesta es sencilla: hoy no se celebran elecciones sindicales en la educación pública.

Ningún sindicato de la enseñanza ha abordado el tema de la violencia escolar desde una perspectiva ajena a los planes de convivencia. En lo que supone una imprudente huida hacia delante, todos se han propuesto llevar hasta sus últimas consecuencias la demagogia progresista que antepone la prevención a la sanción. Al argumentar, además, que el problema es estrictamente social, evitan una solución inmediata, ya que, conscientes de su responsabilidad, prefieren -como los partidos que han estado en el gobierno- un enemigo difuso -la sociedad- o abstracto -la autoridad, que Esperanza Aguirre está dispuesta a reconocer legalmente- a uno concreto -la ley de educación-.

Así como hace un año la estrategia estaba bien perfilada: magnificar la violencia escolar, culpabilizando a todos los sectores sociales, con el fin de solapar el compromiso con un sistema educativo que ha corrompido la relación entre el profesor y el alumno, hoy, sin el apremio de la propaganda -dentro de un año volverán a celebrarse elecciones y entonces la cosa cambiará-, se hace necesario restituir el ardid en el justo cauce de la manipulación pública: el silencio.


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