Iatrogenia. Anotaciones a una nota0

1058 31/05/2010, 10:16       #LOGSE,

“Es llamativo que mientras la ciencia médica ha desarrollado desde antiguo el concepto de iatrogenia a fin de conocer el daño infligido por el médico al paciente, los “científicos de la educación” no hayan dedicado aún el menor esfuerzo a estudiar de manera rigurosa los daños infligidos por el pedagogo, y muy especialmente por el pedagogo-legislador, al educando. Los médicos imparten así una lección de modestia intelectual a los pedagogos, quienes, antes de lanzarse a construir modelos ideales sobre el deber-ser de la educación harían bien en aplicar el prudente principio que exige primum non nocere.“

La presente nota forma parte de un extenso artículo titulado “Filosofía y educación (1978-2008)” y en el que su autor, Valentín Fernández Polanco, hace una profunda reflexión crítica sobre el devenir educativo español desde la Ley General de Educación de 1970. No es mi pretensión aquí hacer una reseña del artículo, que puede consultarse online, sino exponer una vez más algunos de los síntomas de ese cáncer social que es la pedagogía. La denominación de “cáncer social” me parece adecuada, ya que si bien es en la educación donde sus efectos son más evidentes, sus efectos devastadores se extienden a todos los ámbitos de la sociedad. La pedagogía convertida en un modo de ingeniería social se ha ido consolidando junto a la “dictadura de la publicidad” en una herramienta esencial del Estado para propagar su ideología. A través de los aparatos de propaganda, en los que especialistas y tecnócratas se ponen al servicio del Estado-Capital, se moldea una subjetividad histórica que es, lógicamente, aquella que mejor se adecua al Poder Uno. No hay ámbito de la vida que escape a la mirada de los tecnócratas -entre los que los pedagogos tienen una lugar de primer orden-, de tal modo que para cada uno de tales ámbitos se crea un discurso encaminado a formar individuos. La idea de “educación permanente” expresa con toda claridad la voluntad de dominio, que no debe quedar limitada a la escuela, sino a extender sus tentáculos por todo el planeta. Los especialistas determinan a través de un discurso inapelable, en tanto que viene garantizado por su “cientificidad”, cuáles son los modelos que constituyen una vida sana y buena. Cómo gestionar nuestra emocionalidad, cómo ejercer nuestra sexualidad de forma saludable, qué conductas resultan dañinas para nuestro organismo, cómo utilizar nuestro tiempo de ocio a fin de conseguir unos índices más satisfactorios de felicidad, cómo mantenernos bellos y deseables,…: no hay ni un solo resquicio libre sin normalizar, sin un discurso correlativo que dictamine, legisle, ordene, establezca taxonomías. De este modo la antigua misión de la Iglesia es reemplazada por un aparato especializado en pensar por y para el ciudadano. El Estado-Capital hace las funciones de padre, madre y gran hermano, para lo cual dispone de organismos especializados en el diseño de programas destinados al bienestar de todos. Para todos: bebés, niños, jóvenes, adultos y ancianos, la Administración tiene paquetes de ocio, salud física, salud mental y formación cultural. Aquí el que no aprende o no es feliz es porque no quiere. Ni que decir, que la idea ilustrada de emancipación carece de sentido desde el momento en que ya ha dejado de ser necesario el luchar por la libertad en un mundo en el que de facto y de iure la libertad se ha realizado.

Pero, ¿en qué sentido la pedagogía ha infligido daño a la sociedad? ¿Quiénes son los afectados? ¿Quiénes los responsables? Ya he dicho que se trata de un cáncer y además de un cáncer maligno con metástasis en todo el organismo.

Verdadero chivo expiatorio de la política educativa, el docente ha visto cómo de forma imparable su dignidad y sus condiciones laborales han ido cada vez a peor y peor. Resulta llamativo que los mismos profesores que habían conseguido unos niveles más que aceptables en los bachilleratos, pasasen a ser considerados una rémora para la revolución pedagógica. Toda la ira de los tecnócratas se dirigió contra el cuerpo de docentes, incapaces de aplicar de forma efectiva la nueva filosofía que ellos mismos se habían encargado de traducir de publicaciones anglosajonas en sus departamentos de la Universidad. Han pasado ya los años y la soberbia, el daño, los prejuicios siguen incólumes. Y así comprobamos cómo tras la insistencia en la necesidad continua de reciclar al profesorado, lo que subyace una vez más es la acusación de su falta de preparación, que una vez subsanada logrará por fin que los problemas se resuelvan. Algo que como hasta ellos mismos saben es una profunda falacia y que sólo sirve para prolongar la agonía de un sistema incompetente, es decir incapaz de adaptarse a la realidad y hacer un diagnóstico veraz de la misma. Primum non nocere.

Nada resulta más enervante para una persona dedicada a la enseñanza que el contemplar el rostro circunspecto y hastiado de un alumno, que tras los vanos intentos de su profesora por iniciar la clase, acaba siendo testigo de su explosión de violencia contenida como último recurso para poner orden. Algo sin duda desagradable. Que los alumnos motivados para el estudio y deseosos de aprender han sido víctimas del sistema educativo es algo que nadie puede poner en duda. El derecho de todos en aras de la “comprehensividad” ha obrado perversamente contra el derecho de algunos a recibir una educación digna acorde con sus potencialidades. La nivelación por lo mínimo ha arruinado a todos aquellos que aspiraban a unos niveles elevados, así como a unas condiciones de estudio racionales. Son los grandes desatendidos. Este hecho, percibido muy pronto por la sociedad, podría haber sido un dinamitante del sistema educativo impuesto autoritariamente a la ciudadanía. No fue así por dos razones: 1) el establecimiento de la Educación Concertada, verdadera válvula de escape para un sector de la población que tarde o temprano se habría mostrado impaciente y receloso; 2) la paciencia y mansedumbre de maestros y profesores que, dígase lo que se diga, asumieron el cambio y se atuvieron heroicamente a las siempre cambiantes leyes, que no hacían sino repetir una y otra vez la misma horrible canción. No es cierto que la LOGSE y lo que vino después no se hiciesen realidad: los principios que defendía fueron, son aplicados con rigor. Y lo que resulta asombroso es que a pesar de ello y en contra de ello, el esfuerzo de los docentes ha conseguido seguir enseñando mal que bien sin caer en el abismo de la ignominia. Añado que muchos de estos alumnos con una buena disposición al estudio no sólo han visto transgredido su derecho a una educación a su altura, sino que además, contaminados por la molicie y desmotivados por un ambiente nada motivador, han terminado por asimilarse a la corriente general, malogrando su talento. Primum non nocere.

Todos estos daños podrían haber tenido su compensación, si el modelo educativo comprehensivo hubiera dados sus frutos entre los alumnos “más desfavorecidos” debido a sus condiciones socioeconómicas o naturales. No ha sido así en modo alguno. De hecho, y esto es algo que ha generado muchos equívocos y falsedades, es justamente en este ámbito de la población donde la resistencia al modelo impuesto por la escuela progresista ha sido más contumaz. Aquí la incompetencia del sistema llega a su punto álgido. El alumno no orientado al estudio siente como un atentado y una tomadura de pelo toda esa filosofía encaminada al desarrollo de su personalidad y su creatividad. Y el resultado es el que todos conocemos de sobra: el tremendo fracaso escolar. Un fracaso escolar previsible y consecuencia necesaria de la estructura educativa. Desde que entran por decreto en los centros de Secundaria, un elevado índice de alumnos está condenado a no traspasar la frontera del 2º de la ESO. Algunos llegarán todo lo más a 3º y abandonarán. Sin título, sin futuro, sin nada. Primum non nocere.

Tratamiento aparte merece la población inmigrante. Resulta en verdad vergonzosa la imagen del sistema educativo español ante un sector de la sociedad, que lejos de encontrar un medio de promoción propio del Primer Mundo lo que se ha encontrado es un sistema ineficaz y enfermizo. Todos los que nos dedicamos a la enseñanza hemos observado cómo una gran cantidad de alumnos procedentes de distintas regiones del planeta han ido degenerando hasta convertirse en uno más, es decir un fracaso más. Mencionaré dos casos: 1) Alumna rumana con un expediente sobresaliente en Primaria. Sus inicios no pueden ser mejores. Transcurridos dos años, el contagio es ya sintomático; los resultados cada vez peor y empieza a suspender asignaturas; la motivación ídem; y la que era un modelo de buenas manera ha dejado de serlo. 2) Alumno polaco, estudiante de guitarra. Aprovechando sus dotes es solicitado para dar un breve recital ante sus compañeros de clase. En un momento, apenas iniciada su interpretación, un golpe de bombo resuena fortissimo a lo que siguen risas y un alboroto prehistórico. Fin del concierto. El joven en cuestión recoge su instrumento y abandona el aula. Le aplaudo. Nunca más se pasó por el aula de música. Cosas de muchachos. Primum non nocere.

Capítulo aparte merecería la Educación Primaria en la que a juzgar por el perfil de alumnado que genera las cosas no deben andar mejor. El principio de promoción automática sienta las bases de una dinámica equívoca, que permite que alumnos con un desfase serio avancen directamente hacia el fracaso más estrepitoso, algo perfectamente perceptible en 1º de la ESO, momento en el que ya se puede sentenciar sin temor a equívoco, que el alumno en cuestión no titulará de ninguna de las maneras, pues el daño ya está hecho y no tiene cura posible. A ello debemos añadir la cuestionabilidad de los principios didácticos que operan en la metodología de esta etapa y concretamente todo lo referido al aprendizaje de la lecto-escritura. Primum non nocere.

La degradación observada en la Secundaria se desplaza cada vez más al Bachillerato y la Formación Profesional. El abandono de estudios, los niveles muy deficientes y la tendencia al infantilismo es ya una realidad corroborada y que no hace sino añadir una nueva dificultad al lamentable panorama educativo. Resulta muy triste que la lacra de la enseñanza obligatoria se reproduzca en un ámbito en el que este tipo de problemática debería ser inexistente. La ausencia de hábitos de estudio consolidados y responsables, así como las deficiencias curriculares básicas (incluidas las actitudinales) hacen ya estragos en el Bachillerato y la FP. La minoría de edad se prolonga indefinidamente, abonando así el terreno para la expansión de la pedagogía a niveles en los que no debería ya tener sentido alguno. Y por último la Universidad, en la que a pesar de los mensajes propagandísticos de la Nomenklatura de que jamás había existido una generación mejor preparada, la realidad parece ser muy distinta, si nos hacemos eco de la opinión de una inmensa mayoría de profesores de Universidad que entre otras cosas nos informan de la ineptitud de legiones de universitarios para expresarse con un mínimo de corrección. Y otros datos, como la proliferación de cursos puente y de adaptación para poder hacer frente a unos estudios superiores en los que la mercantilización y la presencia pedagógica son ya un hecho. Primum non nocere.

A la pregunta, entonces, de quiénes son los afectados por el Sistema Educativo, la respuesta no puede ser más obvia: la sociedad en su totalidad. ¡Con excepción de los gestores del Sistema! ¿Y los responsables? Por el momento, en este país nadie se responsabiliza, y lejos de haber una reflexión sobre hechos tan graves, contemplamos como en su soberbia sin límites, los especialistas en ingeniería social continúan expandiendo impunemente su presencia en todas las esferas de la vida. ¿Llegará algún día en que un concepto análogo al de “iatrogenia” encuentre su lugar en el discurso pedagógico?

Tan sólo me queda recomendar encarecidamente la lectura del artículo mencionado de Fernández Polanco, en el que se ofrece una explicación brillantísima y bien documentada del fondo de las cuestiones aquí tratadas.

El artículo en cuestión, además de otros escritos de interés general, puede leerse en la revista digital de pensamiento A parte rei, que tiene un apartado temático de educación.


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