La autoridad del profesor, cuestionada0
686 03/03/2011, 11:11 Noticias de Navarra. Carmelo González Erice/Profesor
EMPEZARÉ haciendo una valoración de la intervención del Defensor del Pueblo en una mera cuestión disciplinaria de un alumno en un centro escolar.
Mire usted, señor Enériz, con la que nos está cayendo a los docentes, de un lado y de otro por la pusilanimidad puesta de manifiesto durante largo tiempo por las autoridades educativas, y por la sociedad en general, solo faltaba que usted interviniera, y encima a la contra para resolver una mera cuestión disciplinaria de carácter grave respecto de un alumno.
Si el dinero que usted nos cuesta a los contribuyentes se utiliza para esto, permítame decirle que me resulta vergonzoso el uso de fondos públicos para resolver este tipo de problemas menores, es más, creo que su figura sobra.
Esta sociedad, en este momento tiene problemas de mucha mayor envergadura y en abundancia que requieren urgentemente su intervención de oficio, y esto lo hago extensible también a la Fiscalía y a los políticos que han hecho con sus leyes sobreprotectoras que alumnos menores con absoluta conciencia de lo que está bien o mal, amenacen, insulten, agredan físicamente y atenten contra la dignidad, no solo de la figura del profesor, sino también de la persona cuyo objetivo prioritario es enseñar y educar a dichos alumnos, tarea que actualmente es poco menos que imposible.
Señor Enériz, nuestra estructura disciplinaria en los centros se encuentra constituida por un grupo de personas perfectamente preparadas para realizar las correcciones y sanciones con absoluta ecuanimidad y con un fin y objetivo claro cual es la formación y la educación de nuestros alumnos, no solo en lo cognitivo, sino también en lo humano y en las relaciones sociales.
Este grupo de personas lo componen el jefe de estudios, el director, el equipo de convivencia compuesto por 2 o 3 profesores y el orientador del centro.
Nos reunimos cada semana una hora, allí tratamos, conforme a criterios absolutamente educativos, los problemas que se van generando diariamente, y no son pocos, se lo aseguro, y aún asumiendo la posibilidad de error, pues podemos equivocarnos, no podemos obviar las actitudes por parte de los alumnos de complicidad, ocultamiento, enfrentamiento ante los compañeros con el profesor, etcétera, cosa muy generalizada.
La dinámica de funcionamiento habitual de todos los profesores es permanecer de guardia por turnos en el patio durante los recreos, es decir, en nuestro tiempo libre nos convertimos en policías sin autoridad oficial, y lo habitual es que muchos jóvenes, como el protagonista de la noticia, tiren el envoltorio del bocadillo al suelo, dejando todo el patio sucio y con una muy mala imagen.
Los profesores nos empeñamos en que recojan el papelito de marras y siempre recibimos la misma respuesta "yo no he sido", "ese papel no es mío". "¿De quién es?", le preguntamos. "Yo que sé" o "a mí que me preguntas". Le insistes para que lo recojan y sus respuestas son, "venga tío, no me ralles", "date el piro", añade a esto que de vez en cuando echan un escupitajo a tu vera, paaasa ya tío, le podría contar muchas historias….
Qué quiere que le diga señor Enériz, podría decirle tantas cosas que le harían sentir vergüenza por la decisión que ha tomado, pero creo que no merece la pena, la resolución se pone en cuestión por sí misma, esto no es una mera acción de justicia, sino de educación y respeto a las normas más elementales, es una cuestión de referencias hacia los demás alumnos.
No obstante, le diré que a ese joven habría que haberle aumentado la sanción por provocar tal situación, por encubrir a sus colegas y por enfrentarse por una sola cuestión tan simple a todos los profesores y a todo el sistema, pero lo grave no es tanto esto como la actitud de la madre, que para un asunto absolutamente menor utilice al Defensor del Pueblo y desautorice a todo el profesorado. Quizá quien más sanción merece es esa madre, que actúa con soberbia y orgullo contra unas decisiones que estoy absolutamente seguro han sido tomadas con justicia y con intención de formar en las más elementales normas de urbanidad a su hijo, ahora bien, cuando a esa madre se le vuelva el hijo contra ella y de forma violenta (y esto ha pasado en otras ocasiones) saldrá gritando "¡Socorro! ¡Ayuda!", y le ocurrirá lo que a Pedro y el lobo.
Mientras tanto los profesores seguimos sufriendo, seguimos siendo desautorizados por todo el mundo y nuestra labor, que es la formativa educativa, se está convirtiendo en algo cuasi imposible, difícil y complicada, y con unos efectos destructivos para la figura del profesor, y en muchos casos para la persona. ¿Quién da más?
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